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Del pensamiento humano a la inteligencia artificial

Por Israel Navarro

Twitter @navarroisrael

Por allá del año 2005 fui profesor universitario en una universidad privada en México. Me llevé grandes satisfacciones al poder enseñar a pensar a mis alumnos, pero para llegar ahí pasaron un par de decepciones al descubrir que algunos de ellos copiaban ensayos extraídos del Internet de la época.

En aquel entonces era fácil identificar el plagio. Bastaba con meter en Yahoo o algún otro buscador parte del texto fusilado para encontrar la página de la cual habían sacado el ensayo adjudicándoselo como propio. 18 años después, la inteligencia artificial nos ha rebasado a todos.

La llegada del ChatGPT está revolucionando los procesos educativos a nivel mundial. Si no me lo creen, le pregunté a este modelo de lenguaje, qué puede hacer y esto me respondió: “Algunas de las cosas que puedo hacer incluyen responder preguntas, generar texto, traducir cualquier idioma, hacer resúmenes, buscar información, asistir en la escritura, transcribir el habla a texto escrito, mantener conversaciones y generar poesía y música.” O sea, esta chiva baila al son que le toquen. Y si usas la versión de paga, te puede generar libros, guiones de películas, tesis, diseños, el cielo es el límite.

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Pero lo mejor del caso es que cada solicitud que se le pide a este chat de inteligencia artificial arroja respuestas únicas e inéditas, por lo que cualquier estudiante puede presentar un texto generado por esta herramienta sin riesgo de que el compañero tenga algo igual. Si la ministra Yasmín Esquivel hubiera tenido este gadget en su proceso de titulación, otro gallo le cantara.

Y ese es precisamente el problema: ¿será que la inteligencia artificial va a desplazar a la inteligencia humana? Vaya, no hay nada de malo tener un asistente virtual, pero hay una diferencia enorme entre el clip de Word que usábamos a finales de los años 90 al chatbot que le resuelve prácticamente todo al alumno flojo o deshonesto.

2,400 años después de Sócrates es posible ahorrarse la monserga de aprender a investigar, desarrollar posturas, escribir ensayos, o sea, a pensar por uno mismo. Y la cosa no para ahí porque, así como este Rincón del Vago con esteroides es una salida fácil a los deberes escolares, también representa a una afrenta cientos de profesiones y trabajadores que en algún momento serán prescindibles.

De todas las cosas que yo imaginaba de niño sobre el futuro, como nos lo pintaban los Super Sónicos con coches voladores y videollamadas, nunca me hubiera esperado un escenario en el que el pensamiento humano pudiera ser sustituido. ¡Bienvenidos al futuro!

Israel Navarro es Estratega Político del Instituto de Artes y Oficios en Comunicación Estratégica.

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