Por Alfonso Malpica Olvera
Democracia para niños
Inmersos como estamos los adultos de medio mundo en un sinfín de procesos electorales, pocas veces nos paramos a pensar cómo perciben nuestros niños y niñas todo ese movimiento social que se traduce en comerciales, carteles en las calles y conversaciones de los adultos a su alrededor que se quedan a medio entender.
Sin embargo, quizá debamos aprovechar esa singular situación para empezar a inculcar en los más pequeños algo tan importante y fundamental como la cultura de la paz y de la democracia a través de la participación.
Debemos poner en valor que los niños y niñas sí tienen sus propios procesos de elección de sus representantes dentro de sus escuelas y que quizá entiendan mucho mejor lo que son las votaciones y el respeto a quien obtiene la mayoría ya que, por suerte, aún carecen de cualquier interés creado más allá de apoyar a sus compañeros o de conseguir el apoyo de sus amigos y amigas del salón para poder representarlos.
Explicarles que lo que está pasando es más o menos lo mismo pero para todos los ciudadanos y ciudadanas de un país nos puede servir para enseñarles la importancia y el valor que hay en el servicio público y la responsabilidad que conlleva tanto participar votando como participar siendo elegido.
Las niñas y los niños muchas veces son invitados a las cámaras legislativas o a los cabildos y nos sorprenden a todos cuando asumen el papel de legisladores, haciendo propuestas brillantes y llevando a cabo debates interesantísimos y con un escrupuloso respeto a las «normas del juego democrático», como son los turnos de palabra o los tiempos de intervención.
Que nuestros niños y niñas entiendan que los adultos participan en esos procesos de elección que garantizan la igualdad y la prosperidad de un país hará, sin duda, que en el futuro se conviertan en ciudadanos convencidos y defensores de los valores de la democracia, que son el respeto, la libertad y la equidad entre todos y todas.
Compartan con sus hijos e hijas más pequeños los procesos de participación pública y, quién sabe, quizá acaben aprendiendo todos de todos. Se sorprenderán al comprobar cómo nuestros niños y niñas tienen más claro incluso que los adultos el respeto a la igualdad, al medio ambiente, la ayuda al más débil y el amor por su pueblo, su ciudad y, al fin y al cabo, por su país.
No dejen pasar la oportunidad de invitar a sus hijos e hijas a su primera fiesta de la democracia y disfrútenla afianzando los valores que nos hacen a todos mejores ciudadanos, ya sean adultos o infantes.
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