Por Alfonso Malpica Olvera
Niños con agendas de adultos
Ya estamos de lleno inmersos en la rutina del curso escolar, y con ella, no solo llegan los nuevos cursos en las escuelas, sino también el inicio de todas aquellas actividades extraescolares que, siendo quizás lo más divertido en el día a día de nuestros niños y niñas, pueden llegar a convertirse en todo lo contrario, generando en los más pequeños una ansiedad y estrés que nunca deberían sufrir a esa edad.
Clases de refuerzo escolar, cursos de idiomas, deportes, actividades culturales como la música, son solo unas pocas de un sinfín de actividades que acaban llenando las agendas de los niños y niñas y hacen que su día a día sea casi tan agotador como el de los adultos.
Este fenómeno se da por varias razones que no tienen porqué tener nada que ver con la voluntad de los propios niños. Muchas veces estas actividades que los adultos sumamos al horario escolar de nuestros hijos e hijas responden más a una necesidad de conciliar nuestros horarios de trabajo con los de los niños y niñas. Es decir, se mantiene a los niños y niñas ocupados porque los horarios laborales de sus progenitores no les permiten estar a su cargo todas las horas que los niños tendrían libres después de la escuela, si no realizaran todas esas actividades extraordinarias.
Y ese es un serio problema que no solo repercute en la disminución forzada del tiempo de calidad que pasamos con nuestros hijos e hijas, sino que también puede llevar a los niños a una situación de agotamiento que afecte negativamente tanto en su rendimiento escolar como, en los casos más extremos, en su propia salud.
Por supuesto, hay que fomentar la curiosidad de la infancia en todas aquellas actividades que llamen su atención, y su crecimiento y aprendizaje será mucho más pleno y provechoso si a la actividad escolar le sumamos la actividad física con la práctica de algún deporte o incentivamos sus sentidos posibilitándoles aprender a tocar algún instrumento musical, pero debemos estar atentos para que esas actividades sean saludables y no se conviertan en una pesada obligación.
La conciliación laboral y familiar es un problema de primer orden que debemos abordar de manera comunitaria, tanto por las autoridades como por los agentes educativos y las familias, para llegar a equilibrar un modelo de vida que nos permita trabajar y criar a nuestros hijos e hijas, dedicándoles el tiempo y la atención que necesitan y merecen, y que los adultos también merecen.
Sin embargo, a día de hoy, esa situación parece tan difícil de lograr como la cuadratura del círculo. Por ello, el tiempo de calidad para dedicar a nuestras familias debe empezar a ser una prioridad de todos y todas, como parte del objetivo general de mejorar todo nuestro entorno social.
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