El castigo a los hijos por el egoísmo de los padres
Por: Alfonso Malpica Olvera
El dolor de una separación mal gestionada marca la infancia para siempre, por lo que es necesario que ante un divorcio ambas partes actúen conscientemente para proteger el bienestar de las y los niños.
Lamentablemente, algunos de los litigios familiares se convierten en casos de alta conflictividad, lo que en ocasiones acaba derivando en algún tipo de trastorno de personalidad en las y los menores. Llegados a este punto, la cuestión más importante para plantear al sistema judicial es cuestionarlo sobre qué acciones se deberían tomar para poder minimizar los daños que se puedan producir en estos casos de separaciones no pacíficas y garantizar el sano y normal desarrollo de nuestras hijas e hijos.
En ese sentido, en el año 2023, México estrenó una nueva norma para resolver los problemas familiares, publicada en el Diario Oficial de la Federación del 7 de junio. Se trata del Código Nacional de Procedimientos Civiles y Familiares que será aplicado en cada Estado hasta que, para el año 2027, todos los asuntos de este tipo se unifiquen.
¿Estamos satisfechos con que se regulen los procedimientos sobre decisiones fundamentales en la vida del ser humano? ¿Están preparadas las autoridades para proveer temas como los que se mencionan allí respecto a evitar el sufrimiento psicológico de las personas o las demoras prolongadas e innecesarias? ¿Cómo se va a responder ante conflictos de alta complejidad en donde no es suficiente saber de leyes?
En mi opinión, eso podrá resolver la labor de los abogados, pero habrá que ver si realmente produce cambios en la vida de quienes requieren el acceso a esta forma de justicia. Porque más allá de las leyes se necesita mejorar la ejecución de las mismas.
La responsabilidad es inmensa si planteamos la reflexión a la que los estudios más recientes han llegado sobre la identificación de perfiles que suponen un riesgo para el sano desarrollo humano. No se necesita acudir a ninguna película de suspenso, miles de familias son sometidas a dinámicas nocivas que las autoridades no asumen.
Expertas como Maultsby y Samler, de Estados Unidos, han elaborado análisis significativos en el entronque que se produce entre los asuntos del derecho y los trastornos de la personalidad. Las conclusiones indican que, al tomar decisiones en relación con los conflictos, los profesionales suelen agravar la situación al no dimensionar adecuadamente los rasgos de personalidad en casos de alta conflictividad.
La razón es porque existen ya rasgos concretos en los adultos involucrados como la incapacidad de aceptar y sanar las pérdidas, búsqueda exasperada de control, destrucción de la imagen del “enemigo”, acoso, acusaciones falsas para perpetuar el conflicto, toma de represalias y de venganza a través del proceso jurídico.
Esto quiere decir que los comportamientos extremos propios de un trastorno de personalidad se detonan al pretender una separación, o una determinación legal que no les es conveniente, o que da fin a décadas de manipulación. Alguien tiene que pagar porque las cosas no funcionan como estos actores quieren, sean los hijos, las autoridades, a costa de lo que sea. Desgraciadamente, esa pérdida de poder sobre los demás es de cobrársela porque no se sabe existir fuera del conflicto.
Pero ¿Qué costo tiene a largo plazo en un matrimonio y la paternidad o maternidad estos trastornos? Parejas que en determinado contexto decidieron unir sus vidas se verán destrozadas si una de ellas desarrolla o exhibe este tipo de problemas en su salud mental, pero si además no se le contiene y no se le restringe de su propio descontrol, tendremos procesos familiares largos y costosos que desgastan la capacidad del Estado y su eficacia para dirimir las disoluciones aun cuando existan hoy figuras como el divorcio incausado porque se reconoce que cada ser humano tiene derecho a estar o no unido a otro.
Pero además de esto, habrá también a lo largo de los litigios una mirada única de parte de niños y niñas que, en lugar de ser colmados de amor y comprensión, obtendrán una serie de recuerdos dolorosos y perpetuos que marcarán su idea del matrimonio y de sí mismos. Lo advierten las autoras: “La posesividad y las emociones negativas, como la rabia y la envidia, obstaculizan la capacidad del individuo para actuar como un padre adecuado.”
De tal manera, las metas de una norma destinada a distinguirse por la oralidad y el cumplimiento a otros principios como el interés superior del menor y la igualdad procesal, no conseguirán materializarse en la vida diaria de la ciudadanía mexicana si no va de la mano de una preparación específica de todos los operadores jurídicos, que les capacite para proteger de cualquier amenaza a la salud mental a niñas, niños y adolescentes implicados en procesos de separación conyugal conflictivos, así como para identificar la detección de factores de riesgo que ponen en peligro a las familias.
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